Mi llegada al aeropuerto de Dakar

Vivir dentro de una película.

Bajar del avión y entrar en las instalaciones del aeropuerto de Dakar fue una experiencia que se escapa de la mente occidental. La sensación era como vivir dentro de una película. El calor y la humedad me golpearon de inmediato, y el bullicio de gente de diferentes nacionalidades mezclándose en un solo lugar era una imagen fascinante. Los colores vibrantes de la ropa tradicional y los aromas exóticos de la comida callejera completaban una escena digna de ser capturada en una fotografía.

A mi llegada, me esperaba Ousmane, un contacto de la ONG con la que iba a colaborar. Él me llevaría a la aldea donde supuestamente realizaría el voluntariado. Ousmane resultó ser una persona muy parecida a Bob Marley, con rastas y una sonrisa contagiosa. Su carácter increíblemente afable me hizo sentir bienvenido desde el primer momento. Nos presentamos y, aunque había cierta barrera idiomática, nos entendimos bastante bien con gestos y algunas palabras en francés.

Cada esquina parecía tener su propia historia

El trayecto desde el aeropuerto hasta la casa de Ousmane fue toda una aventura. A través de la ventanilla del coche, observé el contraste entre la vida urbana y las áreas más rurales de Dakar. Pasamos por mercados bulliciosos, calles llenas de vida y tráfico caótico. Cada esquina parecía tener su propia historia y cultura, reflejada en la música, la danza y las conversaciones animadas que se escuchaban por doquier. Este primer contacto con la vida cotidiana de Dakar fue revelador y me preparó para las experiencias que vendrían.

Esa primera noche, dormimos en su casa en Dakar. La casa de Ousmane era modesta pero acogedora, decorada con arte local y fotografías familiares. Me ofreció una cena tradicional que incluía arroz, pescado y una variedad de especias que nunca había probado antes. La hospitalidad de Ousmane y su familia fue impresionante; me hicieron sentir como en casa a pesar de estar a miles de kilómetros de distancia de la mía. Después de la cena, nos sentamos a conversar sobre nuestras vidas, nuestras culturas y nuestras expectativas para el proyecto de voluntariado.

Ousmane y yo

Con el tiempo, Ousmane y yo nos convertimos en grandes amigos. Su disposición para ayudar y su pasión por su comunidad me inspiraron profundamente. Pasamos muchas noches hablando sobre nuestras esperanzas y sueños, y él me enseñó mucho sobre la cultura senegalesa y la importancia de la solidaridad y la familia. Mi experiencia en Dakar, comenzando con esa primera noche, fue transformadora y me dejó con recuerdos y amistades que atesoraré para siempre.

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